sábado, 25 de agosto de 2012

Visión del indígena en la película También la lluvia.





La mirada hacia el indígena desde mucho tiempo atrás, desde la época de la conquista y la colonia explícitamente, ha estado marcada por una concepción discriminatoria hacia él pues  era considerado inferior al hombre blanco (europeo) ya sea por sus costumbres, su modo de hablar y de vestir así como por el modo de relacionarse con los demás y con las divinidades. En este marco de discriminación se llegó, incluso, a discutir si estos, realmente, eran humanos o no, si tenían alma o eran igual que los animales: seres incivilizados, irracionales que no comprendían nada o deberían ser tutelados.

Ante esta realidad surgen pensadores y defensores de los indígenas que van a reclamar por los derechos y la dignidad que tenían estas personas y, por lo mismo, no debían ser sometidas a la esclavitud que poco a poco fue medrando la población por los constantes maltratos y muertes provocadas. Entre estos defensores destacan Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas y Antonio de Montesinos. Este último con su famoso discurso del 21 de diciembre de 1511 expuesto en la Isla de la Española en la que reclamaba por el trato digno a los indígenas por quienes abogaba y cuestionaba, como la voz que clama en el desierto de estas islas,  si no eran hombres, si no tenían almas racionales y si no se estaba obligados a amarlos. Efectivamente, Montesinos,  fue el primero que intercedió por los indios, la voz de la conciencia, el que desencadenó todo como lo afirma el actor, Juan,  que lo personifica en la película.

Este es el marco que se muestra en También la lluvia, con el personaje de Cristóbal Colón y la contraposición de Montesinos y de las Casas, en cuya trama se representa la crueldad como se dio la conquista; la  misma evangelización, la visión del indio y los intereses que estaban detrás de todo ello: extracción del oro.

Sin embargo esta no es una realidad ajena a nuestros días. La película lo representa claramente en un contexto diferente, pero con intereses similares y una visión igualmente similar con respecto al indígena. En este sentido, en primer lugar, la visión que se tiene del indígena por parte de los actores se relaciona con la oportunidad de lucro que suponen por la mano de obra barata  pues son indígenas hambrientos y eso significa miles de extras como dice Costa, se puede negociar con la gente: la razón es el dinero. Además se tiene la concepción de que al indígena se le puede engañar, se le  puede utilizar y al que hay que tratarlo bien siempre y cuando contribuya a los interés propios y no a los suyos aunque estos sean de vital importancia como el agua( yaku) por la cual protestan: sin el agua no hay vida aduce Daniel.

En segundo lugar, la visión que tiene la sociedad de Bolivia, por un lado la propia comunidad, corrobora la idea de que son gente necesitada, pero que al mismo tiempo pueden luchar por defender sus derechos, que conocen las leyes, que son conscientes de cuáles cosas son más importantes en la vida y de cómo son usados tanto por los inversores de fuera como por sus propios gobernantes. La visión, pues, de ellos es que ya no pueden seguir siendo sometidos como siempre lo han venido siendo y por lo tanto es hora de ser escuchados. Aunque claro se nota una cierta resignación o pesimismo con respecto al desenvolvimiento de su vida diaria por las pocas oportunidades que tienen y, por lo mismo, lo único que les queda es seguir sobreviviendo: sobrevivir como siempre, es lo que hacemos mejor se queja Daniel al final de la película.

Por el otro lado la clase dirigente tiene una mirada negativa, despectiva hacia los indígenas a quienes consideran revoltosos, irracionales, analfabetos y fanáticos que solo buscan desestabilizar al gobierno con sus reclamos infundados inducidos o utilizados, tanto por personas que solo buscan notoriedad, como por su misma desconfianza producto de su larga historia de explotación: dada su larga historia de explotación, los indios llevan la desconfianza en los genes, se hace muy difícil razonar con ellos cuando, además, son analfabetos. Vale añadir, también, que los consideran opositores al progreso, que, de alguna manera, su comportamiento es de personas incivilizadas: en este mundo globalizado los indios se dedican a quemar los recibos de agua y a lanzar piedras a la policía; es el victimismo contra la modernidad.

En conclusión la mirada hacia el indígena desde la película retrata muy bien lo que ocurre en la realidad de nuestros pueblos donde, en continuidad y similitud a la conquista, los indios siguen siendo marginados, maltratados, utilizados y considerados seres irracionales con los que no cabe el diálogo sino solo la mano dura. De quienes se puede aprovechar amparados en la necesidad, hambre e ignorancia. Es, pues, la historia que se repite desde hace siglos; justamente el año pasado se recordaba los quinientos años del Sermón de Montesinos, un recuerdo que lleva consigo el sabor amargo de contrastar esa realidad con la nuestra y percibir que no es mucho lo que ha cambiado con respecto a la visión del indígena.

ORIGEN DEL HOMBRE: Teoría de la evolución (Darwin) y teoría de la creación (Tomás de Aquino).




Para Santo Tomás de Aquino, siguiendo las teorías aristotélicas, las cosas del mundo están compuestas a partir de la materia y la forma. Es esta composición la que les permite ser algo con características y funciones específicas. La forma es en los cuerpos la actualización; es el acto, mientras que la materia es la potencialidad por tener la posibilidad de que llegue a ser algo diferente  a lo que es actualmente. Esto se entiende por el cambio y el devenir  al que están sometidos todos los cuerpos finitos.

Bajo esta misma perspectiva, el hombre igualmente está compuesto de materia y forma donde la materia corresponde al cuerpo físico y la forma a el alma: “Es evidente que el hombre no es sólo alma, sino algo compuesto a partir del alma y del cuerpo”[1]. Por lo mismo, el alma es en el hombre el acto del cuerpo, su principio vital: “por lo tanto, el alma, primer principio vital, no es el cuerpo, sino, el acto del cuerpo[2].

Pero la composición  de los objetos de la naturaleza a partir de materia y forma; alma y cuerpo en el hombre, no es el motivo del presente ensayo. La cuestión de fondo es el origen del hombre desde la perspectiva creacionista y evolucionista, dos de las teorías que se avocan a esta problemática.

Por un lado, la creación hace referencia a la existencia de un creador divino (Dios), el cual ejerciendo sus habilidades creadoras dio origen al mundo que nos rodea junto con la diversidad y modos de vida de los seres que lo habitan. Este ser divino hizo surgir de la nada todas la cosa dándoles una organización y perfección acorde a su sabiduría e inteligencia. Tal es la representación del acto creador en el texto bíblico del génesis. Tomás de Aquino dirá que todo cuanto existe proviene de Dios quien ha dado el ser y la perfección a los demás seres:

Es necesario afirmar que todo lo que existe de algún modo existe por Dios. Porque si se encuentra algo por participación en un ser, necesariamente ha de ser causado en él por aquel a quien esto le corresponde esencialmente… Por lo tanto, es necesario que todas las cosas, menos Dios, no sean su propio ser, sino que participen del Ser, y por lo tanto, es necesario que todos los seres, que son más o menos perfectos en razón de esta diversa participación, tengan por causa a un primer ser que es del todo perfecto. (Santo Tomás de Aquino, Suma de teología I, I. Q.44 art. 1)

Por el otro lado, la evolución cimenta su teoría en la “descendencia naturalista (al azar, sin dirección) de todas las criaturas vivas provenientes de un común ancestro quien originalmente evolucionó  de materia orgánica[3]. Se plantea un proceso de transformación de las especies las cuales, por motivos diversos ya sean reproductivos, alimenticios, medioambientales o de selección natural, van dando origen a nuevas especies con características distintas:

Las plantas y los animales superiores, comprendido el hombre no surgieron de golpe, al mismo tiempo que la tierra, sino en épocas posteriores de nuestro planeta y a consecuencia del desarrollo progresivo de seres vivos más simples. Estos, a su vez, se originaron en otros organismos, aun más simples y que vivieron en épocas anteriores y así sucesivamente hasta llegar a los seres vivos más sencillos. (A. I. Oparin. El origen de la vida p. 22)

Darwin en el libro sobre el Origen de las especias  lo expresa así:

Al considerar el origen de las especies, es totalmente comprensible que un naturalista, reflexionando sobre las afinidades mutuas de los seres orgánicos, sobre sus relaciones embriológicas, su distribución geográfica, sucesión geológica y otros hechos semejantes, llegue a la conclusión de que las especies no ha sido creadas independientemente sino que han descendido, como variedades, de otras especies… estoy completamente convencido de que las especies no son inmutables, sino de que las que pertenecen  a lo que se llama el mismo género son descendientes directos de alguna otra especie… además estoy convencido de que la selección natural ha sido el más importante, sino el único medio de modificación. (C. Darwin, El origen de las especies pp. 55-57)

Cuanto se ha tratado hasta aquí se refiere al origen  de la vida en general. Ahora nos centraremos en el origen del hombre específicamente, según la teoría creacionista desde la reflexión de Santo Tomás de Aquino y la teoría evolucionista de Charles Darwin.

Respecto a la primera, Santo Tomás de Aquino nos dice que el hombre proviene de las manos de Dios, es hechura de él por cuanto lo concibió primero en su razón para luego darle existencia real, existencia biológica; compuesto, como ya se dijo líneas arriba, de materia y forma: alma y cuerpo donde el alma corresponde a lo espiritual y el cuerpo a lo material. Dios dio existencia al hombre, según el relato bíblico, a partir del barro al cual le insufló aliento de vida. Por lo tanto, no es producto de generación biológica alguna, sino del acto creador divino: “Así, pues, porque nunca había sido hecho un cuerpo humano por cuya virtud pudiera ser formado por generación otro ser semejante, fue necesario que el primer cuerpo humano fuera hecho directamente por Dios”[4].

Ello fue posible debido a la omnipotencia del Creador manifestada al crear todo de la nada, es decir, sin una materia preexistente. El hombre surge, según Tomás, por este singular hecho: Dios es su causa primera, el principio de su existencia. En este sentido, por ser creación directa de Dios es su imagen y semejanza: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. (Gen. 1, 26-27). Es imagen de Dios en cuanto a lo racional. Es imagen de Dios en la función de la mente, pero no en las demás partes de su organización corporal puesto que Dios no es materia. Explicándonos mejor; toda la creación tiene su origen en Dios. En esta creación hay, de alguna manera, una manifestación implícita de lo divino, es decir, que se puede deducir su existencia a partir de lo creado al no ser posible verlo directamente. La manifestación implícita se extrae por los vestigios que de él encontramos en la naturaleza en general: la vida, el orden, la belleza, la perfección. Ello nos lleva a pensar que debe haber algo más detrás de esa manifestación externa. Lo que aparece son los vestigios que nos remiten a Dios. Lo mismo sucede en el hombre: el ser viviente, el orden y la complejidad de su organismo son vestigios de una mente creadora, pero lo más resaltante que lo diferencia de las demás criaturas es su actividad racional. De ahí que la razón sea la imagen de Dios en el hombre[5]. La semejanza tiene que ver con la imagen de Dios en cuanto al acto creador. Vendría a ser aquella representación ideada primero en la mente divina y luego plasmada en una creación semejante a aquella representación. En otras palabras, Dios en un principio concibió al hombre en su mente; lo ideó o planeó, en palabras actuales. Y de la misma manera como lo concibió en su mente lo puso en acto, le dio existencia al modo concebido en su razón[6]. En consecuencia, el hombre fue hecho por Dios a su imagen y semejanza.

Baste lo dicho respecto a la teoría de la creación del hombre desde la perspectiva de Santo Tomás. Ahora veremos la segunda teoría: origen del hombre en la teoría de la evolución de Darwin.

Lo primero que  se puede hacer es aclarar que dicho autor realiza su estudio ya no desde el sentido filosófico, sino desde el biológico pues él es un naturalista, un científico propiamente dicho,  que basa sus conclusiones en verificaciones de hechos reales. Desde ya vemos un distanciamiento de lo sobrenatural por no ser, este campo, objeto de estudio científico pues no presenta hechos verificables. En consecuencia, el estudio realizado por este autor acerca del hombre será, lo repetimos, desde su composición biológica y el mundo natural en el cual se desenvuelve.

Como ya se dijo que las especies provenían de su misma evolución natural, que se han transformado a lo largo del proceso histórico de la misma a consecuencia de diversos fenómenos y, en especial, de la selección natural. Lo mismo aplicará Darwin para explicar el origen del hombre quien necesariamente proviene de una forma inferior. Para tal conclusión se vale de la observación de las variaciones dadas en el ser humano referente a su conformación corporal que no varía en demasía con respecto a los demás animales y las leyes que los rigen. “Sabido es de todos que el hombre está construido sobre el mismo tipo general ó modo de los demás mamíferos. Todos los huesos de su esqueleto son comparables á los huesos correspondientes de un mono, de un murciélago, ó de una foca”[7].

 El modo de adquirir o padecer enfermedades es otra de las similitudes con los animales inferiores “El hombre puede adquirir de los animales inferiores, ó comunicarles á su vez, enfermedades tales como la rabia, las viruelas, etc. Hecho que prueba la gran similitud de sus tejidos”[8]. Así mismo está el hecho de adquirir parásitos internos o externos comunes y, cómo se da el mismo proceso de curación y cicatrización de las heridas. El embrión humano igualmente  es semejante al de otros animales por la proporción y similitud de distintos miembros del cuerpo. “Con dificultad se puede distinguir el embrión humano mismo, en un periodo precoz, del de otros individuos del reino de los vertebrados”[9].

Estos y otros elementos son para Darwin muestras de cómo el hombre y los demás animales vertebrados han procedido de un modelo general común y que, afectados por los diversos cambios y los modos de vida, se hayan efectuado las variaciones manifestadas actualmente[10]. Sin embargo aún late la interrogante acerca de quién pudo haber sido ese modelo primero y general. Por lo menos sobresale la idea de un origen común de las especies con lo que se contradice a la postura creacionista tomista la cual plantea la creación de cada especie por separado y de modo especial el hombre.

Pero ¿quién es en sí el principio del hombre? ¿Quién le dio origen? En realidad Charles Darwin no llega a dar una respuesta definitiva a esta pregunta.  A lo más atina a afirmar que nuestros antepasados habrían sido un tipo de simios: simio- humanos que en un primer momento anduvieron apoyados en sus cuatro extremidades, pero con el transcurso del tiempo y producto de diversas causas naturales, entre ellas la selección natural, fueron asumiendo la postura erguida y bípeda provocando nuevos modos de supervivencia.

Ampliamente diseminado el hombre por la superficie de la tierra, en sus incesantes emigraciones ha debido pasar por las más distintas condiciones… tendrían una gran propensión  a multiplicarse mucho más de lo que permiten sus medios de subsistencia; estarían expuestos ocasionalmente a una lucha por la existencia… sujetos a la inflexible ley de la selección natural. (C. Darwin, el origen del hombre p. 115)

Es pues notorio que no hay claridad con respecto al origen del hombre porque, si bien pudo haber sido un tipo de chimpancé o gorila o lo que fuere, la interrogante sigue abierta ¿De dónde provino este? Ya que no pudo hacer su aparición sin haber nada antes de él ni nadie que le dé existencia; al menos hubo de haber determinada materia de donde se inicie el proceso evolutivo. Queda claro entonces, o al menos eso parece, que la teoría creacionista del origen del hombre, no es negada radicalmente. Primero porque no hay certeza del origen del hombre mediante la evolución; por lo menos no se explica el origen del primate. Segundo porque los planteamientos que presenta el evolucionismo son propuestas, por ello teoría, en base a hechos observables es cierto, pero no logran establecer a ciencia cierta dicho origen. Y tercero porque el relato bíblico actualmente es considerado como un figura literaria que no describe literalmente cómo surgió el universo que bien pudo ser por evolucionismo, pero sin negar la acción directa de Dios. Actualmente ya se habla de la creación evolutiva.

En conclusión la teoría creacionista del origen del hombre desde la perspectiva tomista asume a Dios como principio y causa de la existencia del hombre. El Creador por propia iniciativa dio existencia al ser humano a su imagen y semejanza dotándolo de razón con la cual pueda regirse y tener autoridad sobre el resto de las criaturas inferiores. Esta razón corresponde a la función intelectiva del alma del hombre quien está compuesto por materia y forma. Materia que es el cuerpo y forma que es el alma, ambos configuran al hombre. Este hombre mantiene desde su creación la misma especie pues para Tomás, siguiendo a Aristóteles, las especies, las esencias  no cambian y por lo mismo no puede haber evolución de las especies, menos del hombre el ser más perfecto de la creación.

La teoría creacionista propone un antepasado del hombre a partir del cual ha evolucionado la especie humana actual. El hombre en la actualidad es el resultado de constantes cambios y mutaciones: en un principio caminaba apoyado en sus extremidades, pero el afán de supervivencia y la selección natural provocó cambios en su fisonomía haciendo que hiciera uso de sus miembros de un modo distinto a lo acostumbrado, llegando a ser una especie bípeda que camina erguida con capacidades superiores o los demás vertebrados tales como el uso de las manos para realizar sus actividades, la capacidad intelectual, la facultad lingüística, etc. En este sentido Darwin admite la mutación de las especies. Estas no se mantienen en su estado original, sino que evolucionan dando origen a nuevas especies.

 



([1] ) T. de Aquino, Suma de teología I Parte I, Q. 75, art. 4.
([2] ) Ibid, Q. 75. Art. 1.
([3] ) http://www.allaboutcreation.org/spanish/creacion-y-evolucion.htm
([4] ) Ibid, Q. 91, art. 2
([5]) Cf. Ibid, Q. 93, art. 6
([6] ) Cf. Ibid, Q. 94, art. 9
([7] ) C. Darwin, El origen del hombre, p. 14
([8] ) Ibid, p. 15
([9] ) Ibid, p. 17
([10] ) Cf. Ibid, p. 27

jueves, 23 de agosto de 2012

Relaciones humanas en la sociedad líquida


En la Edad moderna se da una renovación de la visión del mundo debido principalmente al progreso científico. Pero lo más sobresaliente en esta perspectiva es la nueva concepción del hombre con respecto de sí mismo; es una nueva manera de entender al mundo y una nueva manera de comprender al hombre: una transformación de mentalidad. Se dejan de lado las concepciones antiguas y, de modo especial las aristotélicas, para dar paso a las nuevas concepciones desde la centralidad del hombre. En este cambio se da la oposición, además, al pasado medieval y en él a la Iglesia que ha permanecido fiel al aristotelismo. Surge, pues, un rechazo a lo anterior considerado como un periodo oscuro que ha mantenido al hombre dominado por visiones erradas del mundo y no ha permitido que haga libre uso de su razón.


Este rechazo se sintetizará en tres aspectos básicamente. En el plano político: el ideal de unidad de la cristiandad fue sustituido por la diversidad de estados. Esto tendió a eliminar la influencia unificadora de la Iglesia. Se da una laicización de las costumbres políticas. En el plano religioso: la reforma protestante fue la encargada de dar el golpe a la idea de unidad propuesta por el cristianismo y defendida por la Iglesia romana. En el plano social y cultural: la idea medieval de un universo centrado en Dios es sustituido por el centrado en el hombre.[1]


Esta nueva perspectiva que se abre para la humanidad será una posibilidad grandiosa para que el ser humano busque el desarrollo de todas sus potencialidades, conozca mucho mejor el medio en el cual está inserto gracias a los nuevos descubrimientos y avances científicos. Además le promete confort y variedad de medios para una vida más cómoda y digna: el uso de la razón es lo básico en este nuevo modelo y la consiguiente confianza en esta promete un porvenir de ensueño, porque, claro, si con la razón se puede todo, la vida de alguna manera está solucionada. Sin embargo, como no todo es color de rosa, o, como siempre pasa, los humanos a veces nos abocamos de lleno a ciertos aspectos olvidándonos de otros, por lo general, elementales. Tal es el caso del lado humano y relacional de las personas. En la época moderna se descuidó lo fundamental que hay en el hombre; el hecho de que es un ser de vínculos que va construyendo su vida en base a la interrelación con los demás y, por lo mismo, se debe sentir comprometido con los otros. Es cierto que sigue habiendo relación entre las personas, pero se va volviendo superficial y, lo que es más, se van formando relaciones de dominio y dependencia. Es el caso de los trabajadores en las fábricas que están sometidos a los patrones y terminan siendo tratados como objetos y a medida que se someta al trabajo obligado para la sobrevivencia, el hombre se aliena, se enajena así mismo y se enajena del los demás, dirá Karl Marx:


La afirmación de que el hombre está enajenado de su ser genérico quiere decir que un hombre está enajenado del otro, como cada uno de ellos está enajenado de la esencia humana… la enajenación del hombre y, en general, toda relación del hombre consigo mismo, sólo encuentra realización y expresión verdaderas en la relación en que el hombre está con el otro.[2]


Los mismos avances tecnológicos en el campo bélico dejan en claro este desinterés por el otro al cual se lo puede eliminar sin remordimientos si no me sirve, si es obstáculo para mis intereses o si es inferior a mí. Las dos guerras mundiales dibujan perfectamente esto. Las dos guerras mundiales dejan en claro cómo es que la demasiada confianza en la razón ha permitido el descuido del lado humano y relacional en tanto que compromiso con el otro en el hombre moderno. Entonces es cuando el hombre contemporáneo se cuestionará acerca de a dónde nos ha llevado la razón, qué sentido tienen los avances científicos si van a ser utilizados en contra del mismo hombre. O cómo esa enajenación que hablaba Marx se ha ido acentuando cada vez más penetrándose en todos los aspectos de la vida del ser humano y, en consecuencia, a nivel social, por lo cual en la actualidad se ve a cada individuo como un objeto al que se puede utilizar mientras me sirva porque, de alguna manera, no me siento comprometido con él y lo siento distante a mí. Por ello las relaciones se han vuelto superficiales, pasajeras y poco consistentes: se han vuelto “líquidas”, reflexionará Zygmunt Bauman.


Ciertamente Bauman plantea el nuevo concepto de “liquidez” como metáfora apropiada para nombrar o calificar a la era moderna por la similitud de este tiempo con los elementos líquidos, que tienen, como característica fundamental, el estar siempre en proceso de movimiento e inconstancia, no guardando por tiempo prolongado la misma forma ni mantenerse en un mismo lugar. Los líquidos fluyen fácilmente y se vuelven escurridizos:


… los líquidos, a diferencia de los sólidos, no conservan fácilmente su forma. Los fluidos, por así decirlo, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo… los fluidos no conservan una forma durante mucho tiempo y están constantemente dispuestos (y proclives) a cambiarla… se desplazan con facilidad… no es posible detenerlos fácilmente… La extraordinaria movilidad de los fluidos es lo que los asocia con la idea de “levedad”… Estas razones justifican que consideremos que la “fluidez” o la “liquidez” son metáforas adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual- en muchos sentidos nueva- de la historia de la modernidad.[3]


A la sociedad actual, luego, bien se le puede aplicar este concepto de “liquidez” con sus respectivas caracterizaciones pues se percibe en todos sus estamentos esa ligereza y poca consistencia quizá por el mismo hecho de que asistimos a un mundo súper convulsionado, dominado por el activismo y el movimiento constante por lo cual ya casi nadie tiene tiempo para entablar buenas relaciones con el otro y, mucho menos, comprometerse. Esto tiene que ver con lo que se ha venido diciendo acerca de la pérdida del sentido humano y relacional al que asistimos. El compromiso con el otro en la sociedad líquida ya no encuentra un asidero estable, todo tiende a cambiar, desde el lugar de trabajo, de estudio, de habitar, hasta el afecto por las personas que en algún momento han significado mucho. Las relaciones así como empiezan también terminan, se puede tener una relación con alguien mientras se sienta algo de lo contrario se cambia de relación y se inicia una nueva porque por la anterior “ya no se siente nada” o porque simplemente “ya fue”.


El activismo del mundo actual, igualmente, juega un papel crucial en esta pérdida del sentido relacional, pues, como ya se dijo líneas arriba, todo el mundo tiene cosas por hacer; que el trabajo, el estudio, los negocios, los viajes, etc. Ya no queda tiempo para compenetrar una buena relacional con los más cercanos. Se acude por cierto a una sociedad de desintegración de las familias porque cada quien busca la mejor manera de adecuarse a lo suyo enajenándose unos de otros. Los mismos compromisos entre parejas no siempre son asumidos como tales: ¿por qué comprometerme de por vida con alguien si puede llegar un momento que me aburra de ella, que conozca alguien más?; prefiero el “vacilón” y luego cada quien por su camino. En los ídolos del mundo artístico se manifiesta claramente esto: los matrimonios son tipo contratos en los que cada uno exige reparaciones si se da la ocasión de separarse, lo que generalmente sucede, o continúan conviviendo solo por no tener que indemnizar al otro.


Los nuevos medios de comunicación virtual no se pueden quedar de lado en este contexto “líquido” de las relaciones humanas. Ellos son producto ciertamente de la creación intelectual, son resultado de la razón que ha venido tratando de encontrar medios para agilizar la vida humana, importantes por cierto, pero que no necesariamente han contribuido a que las personas se vinculen más. Los individuos pueden interactuar con muchas personas de distintos lugares, se puede conocer nuevas amistades e incluso llegar a tener una relación de pareja a través de los espacios tales como facebook, msn, twiter, two, etc. Relaciones, sin embargo, superficiales y poco seguras ya sea por la distancia, porque no hay vínculos afectivos fuertes o, lo que es común, por el cambio de identidad: se podría decir que las relaciones por estos medios se aperturan y se cierran con tan solo un clic. En fin, los demás medios como los ipods, los celulares, mp3, etc. Igualmente desconectan a las personas más cercanas ya que se suele entrar más en conexión con dichos objetos que con las mismas personas del costado: se está junto al otro, pero a la vez distante. Con ello se hace más cierto el dicho popular de que en este mundo globalizado, en este mundo del bum de las comunicaciones, la gente cada vez se comunica menos.


Queda claro, entonces, que estamos ante una crisis social a causa de la liquidez en las relaciones humanas, en las relaciones interpersonales que se vuelven poco a poco superficiales y carentes de sentido por el poco interés o la poca capacidad para los compromisos sean estos a nivel de pareja o a nivel de las variadas amistades que se puedan cruzar en el camino y esto, como ya lo decíamos, se alimenta por los medios de comunicación o se vive a través de ellos:


La crisis de relación interpersonal se convierte entonces en el emblema de esta sociedad, como música de fondo del existir. Con la tecnología que nos “simplifica” la vida, ofreciéndonos paraísos telemáticos, la televisión que publicita fantasiosos experimentos que nos prescriben la receta de la felicidad “hecha en casa”, nos quedamos con la triste realidad entre las manos, sin saber qué hacer con ella: el amor se nos va y nos parece imposible construir relaciones duraderas y auténticas.[4]


En conclusión si bien es cierto que en la edad moderna se produjo un gran avance en cuanto a la ciencia se refiere, en cuanto al ideal de progreso gracias a la razón; también es cierto el descuido en el que se ha ido cayendo a lo largo de esta época, con mayor acentuación en la actualidad, con respecto a algo fundamental en el hombre, que es el sentido humano y de relación con quienes convive. Esto motivado, sin pretender ser negativo, por los mismos avances de la ciencia gracias a la confianza en la razón. El ser humano en este contexto se ha ido alejando de sus semejantes a causa del activismo y de un sinnúmero de cosas que lo distraen. Sus relaciones se han vuelto nada consistentes, más efímeras y superficiales hasta el punto de no sentirse seguros frente a los demás ni tener la disposición para sumir compromisos por espacios prolongados: la sociedad líquida ha facilitado también relaciones humanas líquidas.






BIBLIOGRAFÍA






AUBERT, Jean. Marie.


1972 Filosofía de la naturaleza. Barcelona: HERDER.






BAUMAN, Zygmunt


2004 Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.






CANTELMI, Tonino y LASELVA, Pasquale


2010 La vida consagrada en la sociedad líquida. Lima: Paulinas






MARX, Karl


1990 “Manuscritos economía y filosofía”. En PATRÓN, Pepi y otros, Filosofía moderna. Materiales de enseñanza. Lima: PUCP, pp. 289- 295.

























[1] Cf. J.M. Aubert, Filosofía de la naturaleza, p. 127- 128


[2] P. Patrón y otros, Filosofía moderna, materiales de enseñanza, p. 292.


[3] Z. Bauman, Modernidad líquida, p. 8


[4] T. Cantelmi y P. Laselva, La vida consagrada en la sociedad líquida, pp. 82- 83.