sábado, 2 de noviembre de 2013

Justicia y Paz

Justicia y Paz es una orientación prioritaria, una manera de vivir y de actuar, para toda la familia dominicana: es nuestra misión como Predicadores del Reino.
Esta frase es la que, de alguna manera define la acción dominicana en bien de la justicia y la paz en el mundo. Como predicadores del Evangelio, los dominicos queremos transmitir a la sociedad la opción por la vivencia de la paz y la justicia desde los estados de vida que cada uno pueda tener y los contextos en los cada quien se encuentre inserto.
 Justicia y paz es lo que anhela todo ser humano para poder vivir y desarrollarse con libertad. Justicia y paz es el grito que millones de personas elevan cuando la violencia, la marginación y la desgarradora indiferencia entre unos y otros se hacen cada vez más patentes, cuando la injusticia se instala en todos los estamentos sociales  dejando tras de sí la, a veces  comprensible, pero nada positiva, desconfianza hacia los demás. Justicia y paz claman nuestros hermanos y hermanas cuyos derechos vitales, intrínsecos les son violados una y otra vez: Nada más pensar en la situación de los inmigrantes, en la trata de personas, en los encarcelados injustamente, en las mujeres y los niños maltratados socialmente e, incluso, en el mismo seno familia. Pensar en el racismo y la marginación que, lamentablemente, siguen arraigados en el comportamiento social; la explotación laboral, las guerras, etc.
Es por ello que la Comisión de Justicia y Paz, organización católica fundada por el Papa Pablo VI en 1967, quiere crear en los varones y las mujeres de nuestro tiempo esa conciencia humanitaria de velar, defender y promover los derechos humanos y los derechos de los pueblos, la justicia social y la solidaridad como principios para conseguir la paz desde nuestro ser cristiano.  Los dominicos insertos en la vida eclesial asumen también esta prioridad.
Cada uno, entonces, desde su condición de vida debe ser portador de ese anhelo de paz y justicia desde lo profundo de su ser, pero al mismo tiempo, hay que vivir desde ese anhelo; exteriorizarlo mediante acciones pacíficas y justas: no puedo, pues, anhelar y exigir, lo que no estoy dispuesto a vivir primero. Como cristianos y como dominicos hay que ser predicadores de esperanza, haciendo resonar que un mundo diferente sí es posible: hay que ser portavoces de la justicia y la paz que tanto anhelan nuestros pueblos.