lunes, 6 de abril de 2015

La paradoja de Dios

Paradoja, sabiduría y locura de Dios en 1Cor 1, 18- 25.
La sociedad actual está acostumbrada a vivir de lo inmediato, de lo cómodo, de lo sensible y de todo que aquello que dé réditos; las utopías y, mucho menos, las contradicciones no tienen cabida en la vertiginosidad de la vida cotidiana. Muchas cosas ya no sorprenden ni interesan, la religión tampoco es interesante ni parece ofrecer respuestas en tanto que ha perdido su fascinación. El evangelio, así, aparece un poco desactualizado e incluso contradictorio a lo que el mundo ofrece. La cruz, en este contexto, tampoco parece atractiva.
Esto, ciertamente, tampoco es nuevo. Para los hombres de los primeros siglos, los no cristianos, claro está, la cruz igualmente era mal vista. Era el símbolo de la muerte más ignominiosa, algo que no se podía mirar ni venerar. En ella morían crucificados los malhechores, los que se oponían al imperio romano, criminales o esclavos degenerados. Morir crucificado suponía una afrenta social y una desgracia para la familia. La crucifixión en ese sentido no generaba seguimiento alguno. De ahí que Jesús, el Mesías proclamado por los discípulos y primeros seguidores, fuera mal visto debido a la muerte que tuvo: seguir a un crucificado no generaba esperanza, tampoco prestigio. Ello explica, entonces, que Pablo dijera que la “predicación de la cruz es una locura” para los gentiles, y el Cristo crucificado un “escándalo” para los judíos (cf. 1Cor 1, 23).
En efecto estamos en un contexto tanto judío como griego reticentes a una salvación desde dichas situaciones nada extraordinarias. Los judíos que eran hombres concretos, prácticos, no dados a tantas elucubraciones como los griegos piden señales o signos por los cuales experimentar la presencia de Dios (Mt 12, 38; Jn 2, 18: 6, 30…). Las diferentes ramas o tendencias judías esperan a un Mesías, es cierto, pero no el presentado por el cristianismo. Esperan una intervención divina, pero digna de la trascendencia divina. Los griegos, por su parte, metidos más en el ambiente racional y filosófico; lógicos, hombres de razonamiento, prefieren el lenguaje, la elocuencia, la filosofía[1].
Sin embargo, para Pablo y para todos los seguidores de Jesús, la cruz es fuerza de Dios con la cual se vence las seguridades de este mundo. “Pues la predicación de la cruz es una locura para los que se pierden; mas para los que se salvan- para nosotros- es fuerza de Dios” (1 Cor 1, 18). Es una fuerza y una sabiduría distinta a la que ofrece el mundo porque este a pesar de observar cuanto Dios ha creado no ha logrado descubrir su presencia y se ha contentado con lo humanamente posible. De ese modo, “el mundo mediante su propia sabiduría, no conoció a Dios en su divina sabiduría” (v. 21).  Tanto judíos como griegos, pues, no supieron descubrir la presencia sabia de Dios que actúa de modo distinto a las  pretensiones humanas y que se manifiesta en la creación entera. Unos se centraban en el cumplimiento ritual de una alianza distanciada de la vida y los otros se quedaban en lo meramente racional, pero ignoraron al dador de la razón. Y ahora la salvación de Dios en Jesucristo crucificado les parece una locura.
La cruz, símbolo de debilidad y afrenta, se ha convertido, según la teología de Pablo en símbolo de la salvación nueva propuesta por Cristo. Lo que para los no cristianos era escándalo y locura, para los verdaderos seguidores del crucificado es una oferta diferente de encuentro con el Señor que habla en lo que para el mundo no tiene sentido, en lo paradójico, en lo que no tiene valor porque “Dios ha escogido más bien a los que el mundo tiene por necios para confundir a los sabios; y ha elegido  a los débiles del mundo para confundir a los fuertes. Dios ha escogido lo plebeyo y despreciable del mundo; lo que no es, para reducir a la nada lo que es” (1 Cor 27- 28). La peor desgracia que era la crucifixión es ahora una locura bendita y salvadora. Pero ello no porque la cruz tenga un valor en sí misma, sino porque a través de ella se ha dejado sentir la fuerza de Dios que crea una identidad nueva para los cristianos.
Para Pablo, la cruz, escándalo y locura, fue el mayor abajamiento posible de un Dios que ama con locura al ser humano, pero también viene a ser el modo culmen de cómo lo divino se acerca a lo humano para enaltecer a este cuando realmente cree: “la cruz, el mayor abajamiento posible, viene a ser la culminación porque refleja el modo de ser hombre de Jesús y su modo de ser Dios. Pero también… la cruz está hablando de cómo es Dios y de cómo es el hombre que cree en Dios”[2]. Por tanto el que cree en Jesús ha de comprender la paradoja de la cruz como la mayor cercanía de Dios que se abaja en su Hijo y como aquello que configura su vida cristiana. Caminos paradójicos, solo los caminos de Señor, comprensibles sólo para aquellos que con una  fe humilde se acercan a él: El poder de Dios se hace efectivo cada vez que se predica el evangelio y la gente acepta el mensaje de la fe. Es allí cuando lo paradójico y loco salva.
El tiempo actual, acostumbrado a lo inmediato y rentable, es un tiempo nuevo. Sin embargo la predicación del Evangelio  que genera contradicciones no ha de quedarse relegado, ha de seguir siendo buena noticia y una noticia siempre nueva, alternativa a la “sabiduría” del mundo. La locura del crucificado ha de ser “fuerza y sabiduría de Dios” que manifiesta no el sufrimiento ni la pasividad ante el mal, sino un camino de salvación y una propuesta de humildad, de abajamiento de nuestras superioridades. Es liberación de la opresión, de los sistemas que crucifican a los débiles y que, a diferencia del Cristo crucificado, son propagadores de muerte, mas no de resurrección que es, finalmente, donde la cruz adquiere el verdadero sentido y desde donde se puede decir cuerdamente que “la locura divina es más sabia que las personas, y la debilidad divina, más fuerte que las personas” (1 Cor 1, 25).




Bibliografía

Carrez, M.
1989    La primera carta a los corintios. Cuadernos Bíblicos, 66. Navarra: Verbo Divino.

Díaz Rodelas, J. M.
2003    Primera carta a los corintios. Navarra: Verbo Divino.

Gil Arbiol, C.
2009    El imperio romano frente a Pablo: el poder y la cruz. Letras de Deusto.

Quesnel, M.
2000      Las cartas a los corintios. Cuadernos Bíblicos, 22. Navarra: Verbo Divino.

Sánchez Bosch, J.
2007      Maestro de los pueblos. Una teología de Pablo, el apóstol. Navarra: Verbo Divino.

Silva, H.
2009      Las cartas de San Pablo. Meditaciones. Bogotá: San Pablo.

Vásquez Pérez, M. N.
2011      La construcción de la identidad cristiana en la Primera Carta a los Corintios. Tesina de Licenciatura en Teología. Deusto.






([1]) Cf. M. Carrez. La primera carta a los corintios, p. 13
([2]) C. Gil Arbiol. El imperio romano frente a Pablo: el poder y la cruz, p. 55.