sábado, 25 de agosto de 2012

Visión del indígena en la película También la lluvia.





La mirada hacia el indígena desde mucho tiempo atrás, desde la época de la conquista y la colonia explícitamente, ha estado marcada por una concepción discriminatoria hacia él pues  era considerado inferior al hombre blanco (europeo) ya sea por sus costumbres, su modo de hablar y de vestir así como por el modo de relacionarse con los demás y con las divinidades. En este marco de discriminación se llegó, incluso, a discutir si estos, realmente, eran humanos o no, si tenían alma o eran igual que los animales: seres incivilizados, irracionales que no comprendían nada o deberían ser tutelados.

Ante esta realidad surgen pensadores y defensores de los indígenas que van a reclamar por los derechos y la dignidad que tenían estas personas y, por lo mismo, no debían ser sometidas a la esclavitud que poco a poco fue medrando la población por los constantes maltratos y muertes provocadas. Entre estos defensores destacan Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas y Antonio de Montesinos. Este último con su famoso discurso del 21 de diciembre de 1511 expuesto en la Isla de la Española en la que reclamaba por el trato digno a los indígenas por quienes abogaba y cuestionaba, como la voz que clama en el desierto de estas islas,  si no eran hombres, si no tenían almas racionales y si no se estaba obligados a amarlos. Efectivamente, Montesinos,  fue el primero que intercedió por los indios, la voz de la conciencia, el que desencadenó todo como lo afirma el actor, Juan,  que lo personifica en la película.

Este es el marco que se muestra en También la lluvia, con el personaje de Cristóbal Colón y la contraposición de Montesinos y de las Casas, en cuya trama se representa la crueldad como se dio la conquista; la  misma evangelización, la visión del indio y los intereses que estaban detrás de todo ello: extracción del oro.

Sin embargo esta no es una realidad ajena a nuestros días. La película lo representa claramente en un contexto diferente, pero con intereses similares y una visión igualmente similar con respecto al indígena. En este sentido, en primer lugar, la visión que se tiene del indígena por parte de los actores se relaciona con la oportunidad de lucro que suponen por la mano de obra barata  pues son indígenas hambrientos y eso significa miles de extras como dice Costa, se puede negociar con la gente: la razón es el dinero. Además se tiene la concepción de que al indígena se le puede engañar, se le  puede utilizar y al que hay que tratarlo bien siempre y cuando contribuya a los interés propios y no a los suyos aunque estos sean de vital importancia como el agua( yaku) por la cual protestan: sin el agua no hay vida aduce Daniel.

En segundo lugar, la visión que tiene la sociedad de Bolivia, por un lado la propia comunidad, corrobora la idea de que son gente necesitada, pero que al mismo tiempo pueden luchar por defender sus derechos, que conocen las leyes, que son conscientes de cuáles cosas son más importantes en la vida y de cómo son usados tanto por los inversores de fuera como por sus propios gobernantes. La visión, pues, de ellos es que ya no pueden seguir siendo sometidos como siempre lo han venido siendo y por lo tanto es hora de ser escuchados. Aunque claro se nota una cierta resignación o pesimismo con respecto al desenvolvimiento de su vida diaria por las pocas oportunidades que tienen y, por lo mismo, lo único que les queda es seguir sobreviviendo: sobrevivir como siempre, es lo que hacemos mejor se queja Daniel al final de la película.

Por el otro lado la clase dirigente tiene una mirada negativa, despectiva hacia los indígenas a quienes consideran revoltosos, irracionales, analfabetos y fanáticos que solo buscan desestabilizar al gobierno con sus reclamos infundados inducidos o utilizados, tanto por personas que solo buscan notoriedad, como por su misma desconfianza producto de su larga historia de explotación: dada su larga historia de explotación, los indios llevan la desconfianza en los genes, se hace muy difícil razonar con ellos cuando, además, son analfabetos. Vale añadir, también, que los consideran opositores al progreso, que, de alguna manera, su comportamiento es de personas incivilizadas: en este mundo globalizado los indios se dedican a quemar los recibos de agua y a lanzar piedras a la policía; es el victimismo contra la modernidad.

En conclusión la mirada hacia el indígena desde la película retrata muy bien lo que ocurre en la realidad de nuestros pueblos donde, en continuidad y similitud a la conquista, los indios siguen siendo marginados, maltratados, utilizados y considerados seres irracionales con los que no cabe el diálogo sino solo la mano dura. De quienes se puede aprovechar amparados en la necesidad, hambre e ignorancia. Es, pues, la historia que se repite desde hace siglos; justamente el año pasado se recordaba los quinientos años del Sermón de Montesinos, un recuerdo que lleva consigo el sabor amargo de contrastar esa realidad con la nuestra y percibir que no es mucho lo que ha cambiado con respecto a la visión del indígena.

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